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  • Foto del escritorEl Excedente

¿Es la corrupción la causa de nuestro subdesarrollo? (Parte II)

Actualizado: 19 dic 2023



Por Joaquín Sostoa y Nelson Denis



En la primera parte de este artículo dimos una breve descripción acerca de las ideas que intentar vincular el grado de desarrollo económico de los países con los niveles de corrupción persistentes dentro de sus sistemas institucionales y políticos y cómo estas ideas son usadas para comprender la problemática del (sub)desarrollo en nuestro propio país, muchas veces a través de un discurso político que intenta deslegitimar el papel que tiene el Estado dentro de este proceso o que directamente le asigna un mero rol subsidiario. En este texto criticaremos una idea en particular que se suele escuchar comúnmente en Paraguay, que asocia el subdesarrollo con nuestros altos niveles de corrupción. En una próxima y última entrega nos adentraremos en las cuestiones más teóricas de fondo que sustentan este tipo de narrativas, fundamentalmente del rol que tienen las instituciones en el desarrollo económico.


El imaginario mundo de Amilcar


Los razonamientos que encuentran en las debilidades propias del sistema institucional la causa última del grado de desarrollo del país, como mencionábamos en la primera parte del artículo, se pueden observar muy bien en el debate público de la mano de analistas económicos muy consultados por los medios comunicacionales como Amilcar Ferreira, quien usa frecuentemente la teoría de los neo-institucionalistas para sugerir que la corrupción es el mayor de nuestros problemas en términos económicos. Según Ferreira, la corrupción no necesariamente puede ser un impedimento per se para el desarrollo, lo importante es la transformación de un sistema judicial ineficiente donde prima la impunidad hacia los corruptos, hacia uno competente que castigue y desincentive los actos corruptos dentro del sector público. Esto haría que Paraguay lograse generar la confianza y el reconocimiento acordes a los estándares internacionales que permitan un mejor “clima de negocios”. El argumento hace hincapié en que el país necesita alcanzar el denominado grado de inversión para atraer la suficiente cantidad de Inversión Extranjera Directa (IED) que ayude a pegar este salto cuantitativo en lo económico. Castigar a la corrupción a través de un sistema judicial eficiente es la forma más segura de conseguir este grado de inversión según Amilcar.


El grado de inversión es una de las calificaciones (grado de inversión y grado especulativo) que obtienen los países con base en ciertos criterios de instituciones calificadoras, principalmente Fitch Ratings, Standard & Poor's y Moody's, que mide el riesgo de que un país X cumpla con sus compromisos crediticios. Este grado afectará los distintos niveles de riesgo que perciban los inversionistas a la hora de prestar capital al país en cuestión. Si la calificación es de grado especulativo, probablemente la tasa de interés o los servicios que enfrente el país a cambio de capital sean bastante altos. Lo contrario sucedería si este país obtiene la calificación de grado de inversión. En este sentido, obtener el grado de inversión como país es positivo: hace posible obtener financiamiento externo a un menor (o bajo) costo. Las consecuencias de dicha posibilidad son muchas y cada economista enfatizará la consecuencia más relevante según su teoría económica. Desde un enfoque estructuralista, que es el que adoptamos aquí, el principal efecto de un cambio en los costos del financiamiento externo opera sobre la llamada Restricción Externa al crecimiento (RE).


Podemos entender esta RE como la escasez relativa de divisas o dólares que son necesarios para mantener un cierto ritmo de crecimiento económico. En términos más estrictos, un país no puede crecer más arriba de la tasa de crecimiento que es consistente con su equilibrio de la cuenta corriente de la balanza de pagos. Cuando un país crece más allá de las divisas que puede obtener y las divisas escasean, aparecen las recesiones y los procesos inflacionarios. Por este motivo, si un país logra obtener facilidad en el acceso a divisas, a través de la deuda externa por ejemplo, por más que esté creciendo más arriba de las divisas que puede obtener vía cuenta corriente (exportaciones), el empréstito permitirá relajar la escasez de divisas. El resultado es que el límite hasta dónde el país puede crecer se desplaza momentáneamente, permitiéndole crecer más, lo que es sumamente positivo para el desarrollo.


Por supuesto, este proceso no puede durar para siempre, porque así como las divisas entraron, también deben salir, y saldrán con intereses adicionales. Por dicho motivo, mientras menos costoso sea el financiamiento al que acceda este país esa suma que debe salir será menor. Y mientras menor sea esa suma, menor es el riesgo de un país a caer en la RE. Por estas razones, obtener el grado de inversión y salir del grado especulativo es altamente beneficioso para los intereses nacionales. Pero tampoco obtener esta calificación es la panacea, como sugiere el ramplón análisis de Amilcar Ferreira. Si bien el financiamiento externo a un bajo costo es virtuoso, estos dólares adicionales temporales no desplazan la tasa de crecimiento consistente con el equilibrio de la cuenta corriente. Y para el objetivo mayor, que es el crecimiento sostenido en el tiempo, esta tasa de crecimiento de equilibrio debe ser desplazada. Para eso es necesario generar mayor valor agregado, mediante una política industrial efectiva y sustitución de importaciones, no obtener el grado de inversión. Por ende obtener el grado de inversión es bueno, pero no tan bueno.


Por otro lado, es cierto que Paraguay está muy mal puntuado en sus aspectos institucionales por parte de algunas calificadoras y es probable que en cierta medida se deba a la corrupción imperante dentro del Estado. Pero así también hay que considerar que según diversas investigaciones, por ejemplo (Arend & Sánchez, 2020) (García, 2015) (Robayo, 2019), el principal atributo para que los países emergentes o subdesarrollados suban de categoría son los indicadores relacionados al sector externo o al balance de pagos[i]. Esto es así porque los compromisos crediticios internacionales se cumplen en divisas y no en las monedas que los países subdesarrollados emiten, como el guaraní.


Como último punto sobre este tema, cabe decir que más allá de las bondades del grado de inversión y sus formas de obtención, es necesario preguntarse cuál es el canal de transmisión de este al desarrollo económico si es que existe alguno. Según los augurios de Amilcar dicha calificación crediticia promete una “lluvia de inversiones” una vez obtenida. Pero esto nos hace preguntarnos, primero, ¿asegura el grado de inversión una ola de inversiones hacia un país? Segundo, ¿de qué depende la inversión? Es aquí donde entra la demanda efectiva, ya que la inversión normalmente depende del principio del acelerador, es decir, del crecimiento del producto, que mucho no tiene que ver con calificaciones de riesgo. Por otro lado, para los que insisten con este canal de transmisión de Sistema institucional eficiente → Grado de inversión → Inversión Extranjera → Crecimiento sostenido del producto, es necesario preguntar ¿qué país del mundo desarrollado transitó su proceso hacia el desarrollo de esta manera? ¿Qué país hoy desarrollado trepó hacia esos niveles a través de la IED? Es cierto que los países desarrollados obtienen mucha IED y así también que tienen grado de inversión, pero ¿no es acaso esto por el hecho de que son países desarrollados? Confusión de causas y efectos.


Cuesta creer que los países desarrollados hicieron todo lo posible para obtener una calificación de riesgo, lo que atrajo una oleada de inversiones de otros países y su producto creció indefinidamente hasta hoy. Lo cierto es que los países desarrollados tienen grado de inversión y a la vez IED porque son desarrollados. A la inversión la guía el crecimiento, la demanda y los grandes mercados. Es por eso que China tiene mucha IED. Parece difícil pensar que China haya “ordenado” todo en su país, mejorando su sistema institucional y castigando a la corrupción, para agradar a las calificadoras de riesgo y al mundo occidental. En suma, la calificación de grado de inversión no es necesaria para atraer inversiones, y atraer inversiones tampoco es un driver al desarrollo por excelencia. Con esto no estamos afirmando que la IED es negativa para promover el desarrollo, solo que no es la panacea con los costos al financiamiento, lo que significa que no todos nuestros objetivos deben estar encaminados hacia ella.


Concluyendo, el grado de inversión y los mecanismos que supuestamente operan desde este hacia el desarrollo parecen ser más el resultado del desarrollo mismo que una causa. Por lo tanto, lo que hay que hacer es crecer y desarrollarse, lo que no puede hacerse sin desplazar la restricción externa al crecimiento.


Notas

[i] La literatura identifica una serie de factores que determinan el nivel y la evolución de estos indicadores. Estos pueden clasificarse entre determinantes macroeconómicos locales, determinantes macroeconómicos domésticos de la economía abierta, factores institucionales o políticos domésticos y factores globales. La literatura señala que los principales determinantes del riesgo soberano en economías emergentes son los indicadores de cuentas externas y balanza de pagos, las políticas macroeconómicas que posibilitan la estabilidad y responsabilidad económica, el nivel de dependencia de los commodities, la volatilidad de los términos de intercambio, las condiciones de liquidez y el historial de eventos recientes de no pago de la deuda (o “default”). (Arend & Sánchez, 2020)

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