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  • Foto del escritorEl Excedente

Inflación: diagnósticos correctos, soluciones erradas



En Paraguay, los precios están subiendo y la gente lo sabe. El 2020 fue un año de desaceleración de precios. La pandemia, la cuarentena y sus ya conocidas condiciones marcaron una reducción potente de la actividad. Varios precios relativos que hacen de costos transversales de todos los bienes de la economía, como el gasoil, también sufrieron disminuciones o no aumentaron considerablemente. En primer lugar, esto ocasiona un fenómeno estadístico relacionado a las variaciones. La inflación se mide calculando la variación de un índice de precios pero de diferentes periodos, en nuestro caso el IPC (Índice de Precios al Consumidor). Como el año pasado los índices de precios no subieron o incluso se redujeron (deflación), este 2021 cualquier suba parece una gran suba. De todas maneras, eso no quita el hecho de que los precios efectivamente están subiendo y el bolsillo de la mayoría de la población se resiente frente a la pérdida de poder adquisitivo.


La inflación acumulada en diciembre de 2020 fue de 2,2%, muy inferior a la meta de inflación fijada por el Banco Central del Paraguay (BCP) de 4%. Lo sorprendente es que para agosto de 2021 la inflación acumulada ya llegó a 3,6%, superior a la alcanzada en todo el año pasado. Si analizamos la inflación en términos interanuales, en los últimos tres meses (junio, julio y agosto) se alcanzaron tasas de 4,5; 5,2 y 5,6% respectivamente. La última vez que se superó la tasa de agosto fue en junio de 2014. Evidentemente, si los precios siguen creciendo a ese ritmo, la inflación acumulada será superior a la meta institucional.

Ahora, si nos fijamos en las diferentes agrupaciones o canastas de bienes indexados que utiliza el BCP para medir precios, podemos profundizar el análisis y ver qué componentes están subiendo más. Al parecer, el Índice de Productos Importados sin frutas y verduras (IPIsv), el Índice de Productos Transables (IPT), el Índice de Productos Alimenticios (IPA), el Índice de Precios Externos (IPE) y el del Gasoil manifiestan las mayores alzas en términos interanuales hasta lo que va del año (Ver Tabla 1) ¿Qué tienen en común estas canastas y bienes? Que todas están relacionadas de alguna manera a los vaivenes del sector externo, es decir, a los dictados de los mercados internacionales y sus precios. En el mundo están subiendo los precios del petróleo como de los commodities/alimentos. El precio del petróleo impacta probablemente en el alza de todas las canastas de bienes. Y por supuesto el alza de los commodities impacta directamente en los alimentos. Esto último está íntimamente relacionado al aumento del precio de la carne en el mercado local (Tabla 2).


Gráfico 1. Variación interanual de un grupo de canastas indexadas (agosto-21)

Fuente: elaboración propia con base en datos del BCP


Gráfico 2. Variación interanual y mensual del precio de los cortes de carne (agosto-21)

Fuente: elaboración propia con base en datos del BCP


En suma, la inflación de este 2021 tiene un claro rostro de suba de costos y precios internacionales. Esto se puede notar claramente al ver la variación interanual del IPC sin alimentos, combustibles y tarifas, que solo alcanza un 2%. A todo esto podemos sumarle otros costos como el tipo de cambio y los salarios (salario mínimo). Estas presiones inflacionarias tienen un claro impacto en las expectativas de los agentes económicos. El BCP posee un esquema de metas de inflación, donde anuncia una meta a la que debe llegar anualmente, en este caso 4%. Pero, en dirección contraria, algunas encuestas y proyecciones de organismos esperan una tasa de inflación del orden de 4,5% o más. La calificadora Fitch Ratings espera una inflación del orden de 6,2% este año.

Las medidas del BCP


Desde junio del año pasado hasta julio del presente año la tasa de política monetaria (de ahora en más, tasa de interés) se fijó en 0,75% por parte del BCP. Esta tasa se encontraba en 1,75% antes de julio 2020. La disminución de la tasa de interés se realizó con un fin contracíclico. Es decir, con el objetivo de abaratar los costos de financiamiento para las empresas y consumidores en un año evidentemente recesivo. Por lo tanto, la disminución de la tasa de interés tuvo una finalidad expansiva. Con la actividad recuperándose este 2021, las autoridades vieron innecesaria la manutención de una tasa tan baja. Pero más importante, tomaron la decisión de subir la tasa dos meses consecutivos (agosto y setiembre) como medida antiinflacionaria. La tasa pasó de 0.75 a 1 en agosto y luego a 1.50 en el mes de setiembre. Al parecer, hay un claro objetivo de atenuar las presiones inflacionarias a como dé lugar en lo que resta del año, para así poder llegar a la meta o no desviarse demasiado.


Pero, ¿cómo impactaría la suba de la tasa de interés en los precios? Dentro de la teoría neoclásica, que es la que tienen en mente nuestras autoridades a la hora de formular su política, la inflación (persistente) es un fenómeno de demanda o de “shocks de demanda”. Cuando hay mucha demanda y se crece, sea cual sea la causa, la economía tiende a emplear más factores de producción, y si esta sube demasiado, hasta el punto en que la mayor parte de los factores están empleados, se generará una “brecha producto positiva” y los precios se dispararán en una espiral inflacionaria. Se podría decir que cuando la economía se “sobrecalienta” los precios en general tienden a subir. Subir la tasa de interés permitiría frenar esa demanda, encareciendo los préstamos o aumentando los ahorros (drenando dinero del sistema), lo que generaría menor actividad y menor generación de ingresos. Es decir, es una medida inminentemente recesiva. Por voluntad propia, el BCP busca disminuir el ritmo de la actividad y el empleo de factores, entre ellos el trabajo. (En un artículo anterior publicado en El Trueno explicamos con más detalle esta teoría).


Por un lado, hay algo de razón en la medida aplicada. La actividad, medida por cualquier índice (IMAEP o ECN), o incluso por la variación del PIB, está aumentando. No hay dudas al respecto. Este aumento puede considerarse como una recuperación frente al escenario recesivo de 2020 (también como el fenómeno estadístico del inicio). Sin embargo, lo que aquí ponemos en duda es si la economía efectivamente está “sobrecalentada”, teniendo en cuenta que la mayor parte de las subas de precios puede explicarse por aumento de costos y precios internacionales. Estos aspectos corren independientemente de la evolución de la demanda interna. En ese sentido, llama la atención que sea el mismo BCP el que admita que la inflación actual es explicada por un “shock de oferta” (aumento de costos) y no por un exceso de demanda, argumentando que la dinámica de los precios de productos nacionales sigue una tendencia normal. Esto último es efectivamente verdadero. Los índices de productos nacionales no están subiendo demasiado.

Más allá del aumento de la demanda y de la actividad resulta como mínimo extraña la decisión de subir la tasa de interés como medida antiinflacionaria, dado el propio diagnóstico de las autoridades monetarias. Pero más extraño aún resulta pretender “enfriar” una economía que, aunque todavía recuperándose, sigue manteniendo altas tasas de desocupación de la mano de obra. Para juzgar la efectividad de esta medida frente al shock de oferta, puede servir de ejemplo el caso de Brasil, que ya subió su tasa de referencia seis veces en lo que va del año y la inflación solo va para arriba, llegando incluso a 10% en setiembre en términos interanuales.


Frente a las medidas tomadas por el BCP nos interesa tratar de responder dos cuestiones: 1) ¿subir la tasa de interés ha atenuado la inflación en el pasado reciente? y 2) ¿realmente hay un vínculo entre la inflación y la brecha producto en Paraguay? Veamos…


La tasa de interés y la inflación en nuestra historia reciente


Dijimos antes que la finalidad de modificar la tasa de interés es impactar en la demanda y esta a su vez en la brecha producto. En teoría, subir la tasa de interés disminuiría la demanda y esta tendería a generar una brecha producto negativa. Lo mismo a la inversa, es decir, bajando la tasa de interés el efecto sería el contrario, haciendo que la demanda aumentase y en consecuencia la tendencia de la brecha producto sería positiva. En términos más simples, cuando la demanda sube demasiado la producción efectiva puede ser superior a la producción posible o “potencial”. Como en este punto ya se está produciendo al máximo y es imposible producir más (aumentar cantidades), entonces los empresarios deciden subir sus precios. Por lo tanto, cuando el producto efectivo supera al potencial la brecha es positiva, y cuando el potencial supera al efectivo es negativa.


La brecha producto, entonces, mide la intensidad de la presión inflacionaria. Con una brecha positiva a lo largo del tiempo, los precios empezarán a subir ante la presión de la demanda. Es decir, el ajuste ante esa mayor demanda sería subir los precios y no aumentar las cantidades porque ya no existen cantidades posibles para producir. Si con el tiempo el producto efectivo empieza a bajar y se vuelve a generar una brecha negativa, los precios se reducirán ante la debilidad de la demanda. Si la brecha es cero, los precios no soportan presiones al alza ni a la baja.


Otra implicancia importante es que en una situación de brecha producto positiva la economía se encuentra en pleno empleo (o en un punto cercano). Por lo tanto la mayoría de los factores (capital y trabajo) están siendo empleados. En cambio, en una situación de brecha negativa, existe desempleo y probablemente baja de precios. A grandes rasgos, la línea causal es la siguiente: Tasa de interés – Demanda – Brecha Producto – Inflación. A continuación veremos cómo se relacionaron la primera variable y la última, en momentos en que la primera subió por decisión de las autoridades del BCP.


Gráfico 3. Tasa de Política Monetaria mensual fijada por el BCP desde mayo-2011 a setiembre-2021.

Fuente: elaboración propia con base en datos del BCP


Observando el Gráfico 3, podemos dar cuenta de tres subas importantes a lo largo de estos 10 años y quitando la de 2021. La primera se dio en agosto de 2011, cuando la tasa subió de 8,25 a 8,50. En los siguientes meses (5 meses) el IPC experimentó variaciones mensuales negativas e interanuales menores a las que se estaban manifestando en el año. La segunda alza importante se dio entre diciembre de 2013 y febrero de 2014. Entre estos meses la tasa pasó de 6,00 a 6,75. En los siguientes 5 meses, se experimentaron variaciones del IPC superiores a las manifestadas en los meses anteriores. La última suba se realizó en enero de 2016, donde la tasa pasó de 5,75 a 6,00. En este caso, la inflación en términos interanuales fue superior en los siguientes meses, aunque las variaciones mensuales no mostraron muchos cambios (dejamos aquí el Excel con los datos).


En conclusión, de las tres últimas grandes subas de la tasa de interés, solo una de ellas logró efectivamente disminuir el crecimiento de los precios en los meses siguientes. Por lo tanto, es sumamente cuestionable que en lo que resta del año esta medida logre atenuar las presiones inflacionarias. De igual manera que en Brasil, la tasa de interés no parece ser el mejor instrumento para controlar la inflación.


Brecha producto e inflación: ¿alguna relación?


Independientemente de si la tasa de interés logre o no modificar la inflación, el punto importante de esta teoría es que la demanda o la brecha producto positiva dispara los precios. Por lo tanto, veremos si existe algún tipo de relación a priori entre la brecha producto y la tasa de inflación en Paraguay. Para dicho objetivo debemos primero calcular la brecha producto. Como dato importante, la brecha producto no es realmente observable en la realidad debido a que el producto potencial no es observable. Es casi imposible saber qué cantidad de bienes podemos producir como máximo en un momento determinado. Y como en Paraguay no existen datos sobre la utilización de la capacidad instalada, para saber si estamos produciendo a pleno empleo o no, esto dificulta más la medición.


Lo que haremos entonces es estimar la brecha producto. Para eso tomaremos la serie de PIB real trimestral desestacionalizada y le aplicaremos el filtro Hodrick-Prescott (actualmente existe una crítica que afirma que incluir al año 2020 utilizando el filtro HP genera sesgos muy fuertes o “booms artificiales”). Este filtro divide a la serie en su componente cíclico y en su componente de tendencia. A este último lo podemos considerar como el producto potencial de la economía. Para calcular la brecha simplemente le restamos nuestro producto efectivo (observable) al potencial (estimado). A continuación tomamos la tasa de inflación por trimestres (medido por el IPC) y cruzamos gráficamente ambas series (se realizó en logaritmos).


Gráfico 4. Brecha producto y tasa de inflación interanual (Desde el primer trimestre-1994 hasta el segundo trimestre-2021).

Fuente: elaboración propia con base en datos del BCP


Al parecer, el gráfico no nos muestra una relación muy certera entre ambas variables. Lo mismo pasa tomando la inflación entre trimestres o solamente el IPC. También se puede probar diferenciando las variables y los resultados serán los mismos. A priori no hay una relación estadística estrecha entre la estimación de la brecha producto vía HP y la tasa de inflación.


¿Brecha? ¿Cuál brecha?


El concepto de brecha producto está íntimamente relacionado al de brecha de desempleo. Una brecha de producto positiva genera una situación en la que la tasa de desempleo efectiva es inferior a la tasa de desempleo considerada “natural” (NAIRU, por sus siglas en inglés). Esta situación genera presiones en el mercado de trabajo, haciendo que los salarios vayan al alza y por lo tanto impacten en los costos de los bienes, además de aumentar la demanda. Por lo tanto, se deduce que cuando la economía utiliza su potencial el mercado de trabajo soporta una tasa de desempleo igual a la NAIRU. Las autoridades económicas, a través de sus instrumentos fiscales y monetarios, están concentradas en mantener una tasa de desempleo igual a la NAIRU porque no acelera la inflación y permite la máxima producción posible. Si, por ejemplo, con un aumento del gasto público se busca reducir el desempleo por debajo de su nivel natural, la brecha producto se vuelve positiva y se inician las presiones inflacionarias.


Igual que el producto potencial, la NAIRU también es inobservable. Pero a diferencia de la brecha producto, el desempleo es algo más palpable y lo podemos comparar con los periodos anteriores. Si observamos el Gráfico 5, podemos verificar que la tasa de desempleo en los dos primeros trimestres de este 2021 en promedio es más alta que las experimentadas en 2020. Incluso la tasa del segundo trimestre es superior a cualquiera experimentada en el año pasado.


Gráfico 5. Tasa de desempleo abierto trimestral desde 2019 a 2021.

Fuente: elaboración propia con base en datos del Instituto Nacional de Estadística (INE)


Esto nos dice que el empleo todavía no se está recuperando del todo y probablemente se recupere a un ritmo menor que el de la actividad. Y, a diferencia de las brechas estimadas con filtros estadísticos, la tasa de desempleo nos da una mejor pauta sobre el grado de utilización de la capacidad actual. En suma, al parecer los trabajadores están lejos de emplearse en su totalidad, más bien todo lo contrario, el desempleo elevado aún persiste. Pretender aplicar políticas recesivas con el objetivo de disminuir el uso y empleo de la capacidad de una economía que todavía sigue “fría” en parte puede tener elevados costos sociales si es que efectivamente funciona.


Costos, costos, costos…


Volviendo al inicio, la inflación presente se encuentra más relacionada con aumento de costos y precios internacionales que a una brecha de producto positiva o a una tasa de desempleo inferior a la NAIRU. En otras palabras, el aumento de precios en la actualidad no debe entenderse como un fenómeno de demanda; aunque esta tenga algo que ver, no es la causa principal. A diferencia de los postulados de la escuela neoclásica, son los costos y no la demanda los que pueden generar suba de precios persistentes. Esta última solo genera alzas transitorias en los precios, como bien describe el último artículo de Santiago Gahn aplicado a la economía norteamericana.

En consecuencia, aplicar políticas que busquen contrarrestar la demanda para así bajar la inflación es el camino incorrecto. Aunque el BCP logre modificar la demanda (difícilmente), los precios no dejarán de subir mientras los costos y precios internacionales no paren de crecer. Como afirman algunos economistas, es probable que el precio de los commodities se establezca como un gran componente inflacionario en los próximos años.


Así las cosas, ¿por qué entonces las autoridades monetarias aumentan la tasa de interés reconociendo el shock de oferta? Existen dos posibles respuestas. Primero, porque simplemente deben hacer algo al respecto y la única herramienta que tienen a mano es la tasa de política monetaria. Esto puede, en teoría, afectar las expectativas de los agentes a la baja. En segundo lugar, como mostramos en un artículo anterior, la tasa de interés posee una relación negativa con el tipo de cambio. Cuando la tasa aumenta, el tipo de cambio tiende a apreciarse, lo que permeará la influencia de este en los precios de los productos importados y así en la inflación. De hecho, este fue uno de los objetivos planteados por la institución en la justificación de dicha medida, frente la fuerte dolarización de carteras experimentada el año pasado.


En conclusión, actualmente la inflación se explica mejor por suba de costos y precios internacionales y no debido a la recuperación de la demanda interna. Como medida antiinflacionaria, el BCP recurre a subir la tasa de interés para impactar directamente en la demanda interna y así bajar los precios. El problema parece evidente, cuando tienes un martillo todo te parece un clavo. Pero además, en el pasado reciente, alzar la tasa de interés no parece haber funcionado mucho para disminuir la inflación. Más allá de las herramientas de política económica, en Paraguay no hay muchas pruebas de que la inflación sea por demanda, como lo demuestran otras investigaciones como la de Trajtenberg, que considera el precio de las materias primas y el tipo de cambio como los elementos más importantes de nuestra inflación. Por último, si efectivamente el BCP logra su cometido ─según su propio esquema de análisis neoclásico─, generará un efecto recesivo en una economía donde el empleo todavía no parece recuperarse después del fuerte golpe pandémico.


Fuente Imagen de Portada: Agencia IP

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