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Inflación y agregados monetarios en Paraguay




Tendencias recientes de la inflación

En la última semana, el Banco Central del Paraguay (BCP) ha publicado el informe de inflación correspondiente al mes de octubre de este año. La inflación del mes de octubre fue de 0,5%, medido por el Índice de Precios al Consumidor (IPC). De esta manera, la inflación acumulada en el año alcanza la cifra de 0,9%, bastante inferior al 2% verificado en el mismo periodo del 2019. Esta baja inflación contrasta con las explicaciones populares, en la que el alza generalizada de precios es explicada por el aumento de la oferta monetaria. Este resultado bastante modesto en materia de precios coexiste con una variación promedio interanual del agregado monetario M1 del 17,1% hasta septiembre de 2020, en gran diferencia con el 3,4% obtenido en el mismo periodo en 2019.

Pero más allá de poner la lupa en esta situación coyuntural, se analizará la relación de estas variables en un mediano plazo, desde 2010 hasta el presente. Como se verá más adelante, la principal característica de la inflación en este periodo ha sido su casi nula variación. Al querer explicar los determinantes de la inflación desde la perspectiva teórica convencional, una de las causas más citadas es el aumento de la oferta monetaria, basándose siempre en la bien conocida teoría cuantitativa del dinero. Sin embargo, si uno observa cómo estas series fueron variando en los últimos años, parece que se está ante una paradoja, pues estas variables presentan comportamientos disímiles.

En este artículo se pretende dar una breve mirada al comportamiento de la oferta monetaria y la inflación, medida por el Índice de Precios al Consumidor, profundizando en la teoría que asocia a estas variables, además de plantear ciertas cuestiones críticas.


La visión cuantitativista.

En las explicaciones convencionales sobre la inflación, es común escuchar que uno de sus principales causantes es la mayor cantidad de dinero en la economía. Remitiéndose a la teoría cuantitativa del dinero, se afirma que cualquier incremento en la oferta monetaria, sin variaciones en su velocidad de circulación o en el producto, terminará aumentando los precios en la misma proporción. De esta manera, es frecuente escuchar que los economistas expresen que “la emisión llevará a una mayor inflación” casi como si fuera una ley universal. Sin embargo, este razonamiento, que ha calado hondo en el sentido común de la mayoría de las personas, merece ser discutido por sus diversas implicancias económicas y sociales.

Para empezar hay que tener en cuenta que las distintas explicaciones convencionales de la inflación tienen un punto en común: la existencia de un exceso de demanda en la economía. Este exceso de demanda puede definirse como la diferencia positiva entre el producto efectivo y el potencial, siendo este último no observable. Detrás de estas afirmaciones se esconde un supuesto importante: la tendencia de las economías de mercado al pleno empleo. De ser así, cualquier estímulo a la demanda resultaría eventualmente en un exceso de la misma. La economía se “sobrecalienta” y se inserta en una brecha inflacionaria. Las principales restricciones aquí son de oferta.


Siguiendo este razonamiento, cualquier aumento en la cantidad de dinero no tendrá efectos sobre las variables reales de la economía, por lo que solo se verán afectadas las variables nominales, principalmente los precios. Es decir, el dinero es neutral. Algunos autores afirman que el dinero es neutral tanto a corto como a largo plazo. Las autoridades monetarias, por lo tanto, deben ser cuidadosas y controlar la cantidad de dinero en circulación a fin de evitar procesos altamente inflacionarios.

Esta visión particular postula asimismo la existencia de un multiplicador monetario estable. La base monetaria, a través de este multiplicador, determina las cantidades de los agregados monetarios más amplios (M1, M2, etc.). El control de la cantidad de dinero se reduce, por lo tanto, a evitar la expansión de la base monetaria. Desde esta perspectiva, el dinero es exógeno.


Pese a estas afirmaciones, como se ha visto en una publicación anterior, el dinero es endógeno a las decisiones de crédito y gasto de la economía. La causalidad es invertida, puesto que son los agregados monetarios más amplios los que determinan el nivel de la base monetaria. La creación de nuevos créditos determina a su vez la creación de nuevos depósitos. La demanda de dinero del banco central por parte de los bancos comerciales tiene como fin satisfacer retiros ocasionales o requisitos legales. De esta manera, queda claro que la autoridad monetaria no puede controlar la cantidad de dinero. Esto se ve mejor en el gráfico 1, en el que se observa que el multiplicador monetario no es estable, por lo que no cumple con las condiciones adecuadas para controlar los agregados monetarios en el corto plazo.


Gráfico 1. Multiplicador monetario en Paraguay.

Fuente: Elaboración propia con datos del Banco Central del Paraguay.


Comportamiento de los agregados monetarios y el nivel de precios

Corresponde ahora observar el comportamiento de la base monetaria, los agregados monetarios y el IPC a fin de tener un panorama general de la relación entre estas variables. En el gráfico 2 se observa para el periodo 2010-2020 (hasta el mes de septiembre) las variaciones interanuales de estas series.


Gráfico 2. Variaciones interanuales de los agregados monetarios y la inflación.

Fuente: Elaboración propia con datos del Banco Central del Paraguay.


Se observa en todos los casos que las variaciones interanuales de la inflación se encuentran por debajo de las variaciones interanuales de los diferentes agregados. Para el caso de la base monetaria, el promedio de variación interanual del periodo es de 8%, la oferta monetaria (caracterizada por M1) a su vez varía en torno al 11,85%. Los agregados monetarios más amplios, M2 y M3, tienen un promedio de variación interanual del 12,91% y 13,43% respectivamente. La inflación, por su parte, tiene un promedio de variación interanual del 4% en el periodo. La inflación subyacente a su vez promedia 3,83% de cambios interanuales.

Si se toma un periodo de análisis más breve, se puede observar que tanto la base como la oferta monetaria de la misma siguen promediando niveles de variación muy elevados. Las divergencias de estas variaciones respecto al IPC son más notorias. El promedio de variación de la base monetaria es de 9,28%, mientras que al agregado monetario M1 varía interanualmente en promedio un 9,97%. La inflación, por su parte, tiene un promedio de variación interanual de tan solo 2,9%.


Gráfico 3. Variaciones interanuales de la base monetaria, la oferta monetaria y la inflación.

Fuente: Elaboración propia con datos del Banco Central del Paraguay.


Este comportamiento disímil no debe sorprender. De hecho, es normal observar que los agregados monetarios crezcan más que el nivel de precios, como bien evidencia Richard Vague para 47 países que constituyen el 91% del PIB mundial desde 1960 y de Gregorio (2003), no solo para Chile, sino para una serie de países como Alemania, Australia, Canadá, Corea, Estados Unidos, Japón, Noruega, Sudáfrica y Suiza (también puede verse otro trabajo aquí). En todos estos países, a los que puede incluirse a Paraguay, existe un alto crecimiento de la cantidad de dinero y una baja inflación. Esto presenta una aparente paradoja para los adeptos a la tesis cuantitativista. Pero, ¿qué falla, la realidad o la teoría?


¿Falla la teoría o la realidad?

En varias ocasiones, los economistas tratan de adecuar la realidad a su teoría, y no su teoría a la realidad. Lo que ocurre aquí es que se parte de estudiar la realidad desde un mundo idílico de fantasía, priorizando que sea axiomáticamente lógico y forme un todo coherente, antes que tratar de describir la realidad en sí misma. Por ejemplo, cuando se estudia la cuestión de la competencia y la determinación de precios, se parte desde un punto denominado “competencia perfecta”. El problema no es que esto pueda servir para fines teórico-analíticos, sino cuando se pretende forzar la realidad a que se comporte como este mundo de fantasía para obtener el mejor de los resultados posibles (como en su mundo inexistente). Es adecuar la realidad a la teoría. Y esto no salva de que aun así, la misma teoría esté llena de contradicciones y vacíos lógicos.


Queda claro con lo descrito y citado anteriormente que lo que falla en las explicaciones convencionales de la inflación no es la realidad, sino la teoría. Cualquier explicación de la inflación que se justifique sobre una tendencia natural del mercado al pleno empleo no puede sostenerse, ni teórica ni empíricamente (discutimos esto aquí y aquí). Es tal supuesto el que necesita el razonamiento de la emisión monetaria para explicar un alza generaliza de precios. El incumplimiento de este supuesto en la realidad imposibilita cualquier canal de transmisión directo de la emisión a la inflación. Cualquier otra explicación sobre la presión de la emisión monetaria sobre las cuentas externas y la dolarización de carteras no tiene en cuenta que lo que posibilita causalmente la inflación en ese caso es el tipo de cambio, es decir, un costo relativo para las empresas de economías abiertas y no una presión de demanda sobre el producto.


Por lo tanto, urge partir de explicaciones alternativas libres de supuestos que no pertenecen ni a las economías de mercado ni al planeta tierra. Teorías que se ajusten a la evidencia, y que por lo tanto entiendan que las economías de mercado no poseen ninguna tendencia natural a ocuparse plenamente, se vuelven necesarias para explicar hechos al parecer tan comunes como las subidas o bajadas de precios que vemos mensualmente. Al librar la teoría de tales supuestos, se puede ver claramente que el fenómeno inflacionario está relacionado causalmente de manera más directa con los costos y las pujas de sectores por la distribución del ingreso, tal como proponía el núcleo de los economistas clásicos. Más recientemente, como prueban Trajtenberg et al (2015) en un estudio econométrico sobre los determinantes de la inflación en América Latina, realizado sobre 11 países entre 1990 y 2013, los resultados permiten observar la preponderancia de factores de oferta, como el tipo de cambio nominal, los precios internacionales y la puja distributiva.


Trabajos citados

De Gregorio, J. (2003). Mucho dinero y poca inflación: Chile y la evidencia internacional. Cuadernos de economía, 40(121), 716-724.


Trajtenberg, L., Valdecantos, S., & Vega, D. (2015). Los determinantes de la inflación en América Latina: un estudio empírico del periodo 1990-2013. Estructura productiva y política macroeconómica , 163-190.

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