En el mismísimo momento que esto se escribe, el bitcoin (BTC) cotiza 48827.9 US$ (dólares americanos), variando cada segundo y minuto que pasa. Poniéndose en contexto, con la cantidad de tan solo 20 BTC uno podría tener casi 1 millones de dólares (exactamente 976558 US$ a la cotización actual). Si observamos el gráfico de abajo, podemos observar a corto plazo desde octubre del 2020 un punto de inflexión. El BTC pasó de cotizar 10760.5 US$ en octubre de 2020 a casi 58000 US$ a finales de febrero de 2021. Esto es, una variación de 439% en tan solo cinco meses.
Gráfico 1. Cotización BTC en dólares americanos mensual en el último año.
Gráfico 2. Cotización BTC en dólares americanos anual (desde 2012).
Si observamos más de lejos, un poco más a largo plazo (Gráfico 2), se puede notar que el valor del BTC en dólares llegó a sus máximos históricos recientemente. Más allá de las razones que puedan esconderse detrás de esta cuantiosa suba, ya sea por el anuncio y campaña de Elon Musk sobre la inversión de 1500 millones de dólares de Tesla en Bitcoins o por la pandemia y las grandes inyecciones de dinero de parte de los bancos centrales, el objetivo de este artículo es otro.
Sin duda, Bitcoin está creciendo y, como muchos afirman, llegó para quedarse. La pregunta que surge desde El Excedente es: ¿Es bitcoin realmente moneda? Al margen de que una moneda descentralizada, al control de las personas y no de los bancos centrales (un dinero apolítico) sea el sueño de todo anarquista (criptoanarquista en este caso), nos preguntamos si bitcoin puede cumplir eficazmente con todas las funciones de una moneda en las economías monetarias de mercado actuales, que valga la pena decir, son economías monetarias de producción. Por lo tanto, aprovechamos el auge de bitcoin para escribir un poco sobre teoría monetaria.
Para responder la pregunta nos proponemos primero averiguar qué es una moneda, qué funciones debe cumplir y cuáles características debe poseer. En un segundo momento nos interesa saber cómo funciona la moneda en las economías capitalistas actuales, es decir, cómo es el sistema monetario que hace e hizo posible a las economías de mercado. En una tercera etapa queremos comparar bitcoin, y sus características actuales como inherentes, para ver si cumple o podrá cumplir por lo menos decentemente los roles del dinero moderno. Para terminar, nos interesa describir lo que bitcoin realmente es, dado su funcionamiento actual.
Entonces, ¿qué es el dinero o moneda? Ante tantas definiciones que se aparecen en el ámbito teórico, especialmente de acuerdo a su funcionalidad, es decir, de acuerdo a las funciones que cumple el dinero, nos parece correcto definir algunas cuestiones antes. En un artículo anterior dejamos en claro que hay dos visiones fundamentales sobre qué es el dinero, más allá de las funciones que debe cumplir.
Primero, para la corriente principal o economía neoclásica, el dinero es como una mercancía (entiéndase dinero-mercancía) cuyo valor intrínseco (su utilidad) está garantizado por su escasez y cuyo papel de mero lubricante en los engranajes de los intercambios asegura su neutralidad a largo plazo (neutralidad: no tiene efectos reales en la producción). Cabe resaltar que este dinero debe surgir de forma espontánea por las características inherentes a la mercancía-dinero (divisibilidad, fungibilidad, durabilidad y transportabilidad). Un ejemplo de este tipo de dinero-mercancía pueden los numerosos metales preciosos, como el oro, o diferentes tipos de especias.
Bajo esta narrativa neoclásica el dinero surge de forma evolutiva, por cuestiones técnicas que obstaculizaban el trueque (la doble coincidencia de deseos). En cambio, para otros teóricos no neoclásicos este sistema monetario no describe sino un sistema de trueque generalizado con dinero numerario. Dentro de esta última corriente, se considera al dinero como algo abstracto, un símbolo que está dotado únicamente de valor extrínseco y cuya oferta es endógena a las necesidades (la producción) de la comunidad. Si tratamos el dinero como cualquier otra mercancía sujeta a las «leyes» de la oferta y la demanda, entonces la economía no deja de ser de facto más que un sistema de trueque: con la única diferencia de que se ha añadido una mercancía más al conjunto, con la cualidad especial de ser la mercancía a través de la cual han de tener lugar todos los trueques (Keen, 2015 ).
Hoy en día, y desde hace tiempo, el dinero es mucho más similar a esta segunda definición, pues el papel-moneda no asegura su convertibilidad a ninguna otra mercancía, y son los Estados los que poseen el monopolio de creación de este dinero. Por lo tanto, su creación no está atada a la existencia de ningún tipo de bien. Más allá de que este dinero fiduciario exista oficialmente desde que Estados Unidos anuló la conversión de dólares a oro en 1971, la creación de dinero ex nihilo (de la nada) existe desde hace mucho más tiempo, sea de forma pública o privada. El capitalismo es esencialmente una economía monetaria de producción. Las grandes industrias y conglomerados desde la Revolución Industrial no hubiesen sido posibles sin la gigante creación de deuda creada por banqueros comerciales en s. XIX.
Deudas que permitieron inversiones de tal envergadura (industria pesada, redes de distribución y producción de energía, ferrocarriles, etc.) no hubiesen sido posibles en un sistema de trueque generalizado con un dinero numerario. Si la economía dependiese financieramente de un dinero exógeno que ya existe en circulación, tales inversiones no hubiesen ocurrido. Es por eso que muchas veces existió mucho más dinero del que se podía respaldar con el oro o algún otro metal. En guerra, cuando se debían hacer grandes gastos e inversiones, la convertibilidad era suspendida temporalmente. Por lo tanto, los bancos comerciales no son simples intermediarios, y esto es fundamental para entender el dinero en una economía monetaria de producción.
Por lo tanto, como afirma la segunda visión del dinero, este último es algo abstracto, un símbolo endógeno a las diferentes necesidades de producción. En suma, el dinero en el sistema capitalista es endógeno, por lo que la banca privada tiene un gran papel. Que sea endógeno significa que no hay un stock limitado por su propia naturaleza. Imagine que si este fuera el caso, por más que exista capacidad sin utilizar en la economía (se podría producir más, lo que aumentaría el crecimiento económico) y hubiésemos utilizado todo el dinero existente, no podríamos producir más porque “nos quedamos sin dinero”. Como decía Nicholas Kaldor, gran parte de los errores del monetarismo se encuentra en que confunden un sistema de dinero mercancía con un sistema de dinero-crédito (o fiat).
“Pero en el caso del papel moneda o dinero de crédito en sus numerosas formas (dinero bancario) no existe una función de oferta independiente. El dinero-crédito nace como resultado de los préstamos bancarios y es extinguido mediante el reembolso de préstamos bancarios. Por eso la 'oferta monetaria' nunca puede ser superior a la demanda en el sentido en el que la cantidad disponible de oro puede exceder la cantidad que la gente desea retener”. (Kaldor, 1984)
Por supuesto existe una jerarquía de monedas que hace que los bancos privados deban asegurar la convertibilidad de su moneda a dinero oficial o público. Si el dinero es endógeno, la creación va desde el dinero privado al público, teniendo el banco central un rol acomodaticio a las necesidades de producción. Como afirma Kaldor en la cita, el dinero nace con el crédito, creando depósitos que a la vez son respaldadas por las reservas que el banco central acomoda a la demanda de los bancos comerciales. Esto da lugar a que las monedas tengan distinto nivel de “alcance”, siendo el dinero fiat público el mayormente aceptado de uso generalizado. Esta “jerarquía” de monedas se puede apreciar en la imagen de abajo.
Figura 1. Jerarquía de monedas. Fuente: (Mattos, Abouchedid, & Silva, 2020)
Pero, para que exista un sistema monetario como el descrito recientemente, basado en una moneda que no sea una mercancía y ejerza de mero símbolo, existen dos condiciones que hacen posible su existencia: a) el dinero ha de ser aceptado como medio de conclusión final de la transacción (pues de otra forma estaríamos hablando de crédito y no de dinero); b) el dinero no debe conceder privilegio alguno de señoreaje a ningún agente que efectúe un pago (Keen, 2015 ).
Por lo tanto, cualquier pago monetario debe ser una transacción triangular, que involucre al menos a tres agentes: el pagador, el pagado y el banco. En conclusión, la existencia de un dinero no mercancía, endógeno y simbólico requiere más de dos agentes, necesita de un tercero. Esto hace que el dinero sea esencialmente deuda. Cuando se crea la moneda, es tanto activa para quienes la llevan como pasiva para quienes la emiten (para el tercer agente). La moneda es crédito y deuda, dos representaciones de la misma obligación legal, y "nace" cuando el acreedor y el deudor celebran una promesa formal (contrato) de pago en el futuro.
“Si bien el proceso de creación de deuda mediante la concesión de crédito es una simple operación contable, que permite que cualquier agente lo haga, la creación de moneda se produce mediante la aceptación de este registro contable por otros como instrumento de pago. Como dice Bell (2001 , p. 151): “[...] una oferta para endeudarse (para agregar un pasivo a un balance) no se materializa en dinero hasta que otra parte acepta mantener ese pasivo (para agregar al lado del activo de su balance). Aun así, la simple aceptación de esta representación de deuda por parte de otro agente no garantiza que el instrumento circulará como moneda, lo que requiere una aceptación generalizada. En un sistema monetario, dos instituciones pueden crear estos instrumentos: el Banco Central y los bancos comerciales. El primero crea papel moneda utilizado por el público no bancario y reservas bancarias, utilizado por los bancos en el sistema de pago. Estos últimos crean depósitos a la vista, un pasivo para los bancos que se genera cuando deciden adquirir un activo, como los préstamos.
La creación de dinero bancario es endógena, es decir, el banco es capaz de atender la demanda de préstamos, siempre que esta operación sea atractiva, sin contar con recursos previos, como reservas o depósitos. Como la moneda bancaria creada es considerada un medio de pago, así como la moneda emitida por el Estado, este sistema necesita una institución jerárquica capaz de garantizar la paridad entre la moneda bancaria y la moneda estatal (es decir, que el intercambio entre una y otra no es darlo a precios de "mercado", sino en "uno a uno", para "emparejar"). Esa institución es el Banco Central, que a través de la política monetaria y en su papel de prestamista de última instancia, genera liquidez y asegura que no se ponga en riesgo la paridad y no se socave la confianza en el sistema financiero en su conjunto. La moneda del banco es un reconocimiento de la deuda privada que se transforma en dinero propiamente dicho a través del poder del Estado para declarar que puede saldar otras deudas y garantizar ese papel (Mattos, Abouchedid, & Silva, 2020).
En suma, el dinero abstracto y endógeno requiere de un tercer agente, los que pueden ser los bancos centrales y comerciales. Por otro lado, más allá de lo que sea el dinero, este debe cumplir ciertos requisitos de funcionalidad. En el Tratado sobre el dinero (Volumen I - Teoría pura del dinero) escrito en 1930, Keynes señala que la primera función que ejerce el dinero es ser una unidad de cuenta, es decir, en qué se expresan los precios y las deudas. Esta función surge de la necesidad de “medir” los contratos en el mismo patrón monetario y es la más abstracta y conceptual de las funciones de la moneda. Las otras funciones, la de ser un medio de pago (lo que Keynes llama dinero en sí mismo o dinero propiamente dicho, que es la "cosa" que se utiliza para liquidar contratos, es la representación concreta de la moneda, el "papel moneda") y ser una reserva de poder adquisitivo en el tiempo, se derivan del primero (Mattos, Abouchedid, & Silva, 2020).
Sin duda, estas funciones el dinero actual las puede cumplir porque existe confianza en que su valor se mantendrá, más allá de la obligación de su uso para el pago de impuestos en la visión del dinero cartalista. No es casualidad que el la palara “moneda” (nomisma) proceda etimológicamente de la misma raíz que el verbo “creer” (nominaze), puesto que un sistema monetario se derrumba si sus ciudadanos dejan de creer que la moneda mantendrá su valor. Podemos ser conscientes de que los procesos hiperinflacionarios, es decir, procesos en los que la moneda pierde toda credibilidad en la constancia de su valor, eliminan todas estas funciones citadas, siendo reemplazado el dinero en cuestión.
En conclusión hasta aquí: el dinero bajo el sistema capitalista es algo endógeno y abstracto (Bitcoin cumple lo abstracto, pero no lo endógeno). Un dinero completamente exógeno solo podría ser válido en una economía de trueque, más no en una economía de producción, por eso es que vivimos en economías monetarias de producción. Para que este tipo de dinero exista, debe haber un tercer agente necesariamente; que regule y ordene con el principal objetivo de mantener su valor extrínseco y pueda cumplir sus diversas funciones (unidad de medida, medio de pago y reserva de valor), lo que al fin y al cabo, mantiene su aceptación generalizada. Bitcoin reemplaza el tercer agente con el blockchain, pero ¿funciona eficazmente?
Las características del Bitcoin en la literatura económica
Tymoigne sostiene que, si el Bitcoin pretende establecerse como un instrumento monetario alternativo, debe poseer las características esenciales de los instrumentos convencionales. En este sentido hay que considerar que los instrumentos monetarios son así mismo instrumentos financieros, y como tales poseen un emisor que realiza algún tipo de compromiso con miras al futuro. Una característica relevante de estos instrumentos es que poseen promesas implícitas en sí: la primera es que pueden ser convertibles en otro activo, y la segunda es que el emisor las aceptará como medio de pago. Algunos ejemplos de instrumentos con doble obligación son las cuentas bancarias y los billetes convertibles en oro del pasado. Ejemplos de instrumentos con solo una obligación son el dinero fiduciario o las monedas de oro.
Existen otras características resaltantes de los instrumentos monetarios que son comunes a todos los instrumentos financieros. Uno de los rasgos distintivos de los instrumentos financieros es su cualidad contable. Son activos o derechos para una parte y pasivos u obligaciones para la otra. Además, poseen la característica de que su valor presente es igual a los flujos esperados de ingresos. En síntesis, como describen Mattos et al.: “El dinero, siendo un instrumento financiero está, al mismo tiempo, tanto en el activo del portador como en el pasivo del emisor. Es una relación crédito-débito y un pagaré, un reconocimiento de deuda y una promesa de conversión en otro instrumento y/o de ser aceptado por el emisor en el futuro”.
Cabe analizar si el Bitcoin cumple con estas propiedades descriptas. Tymoigne destaca el problema de que no existe un emisor principal que garantice la aceptación generalizada de este instrumento y, por lo tanto, se dificulte su difusión como medio de pago en la economía, llegando a afirmar que su valor presente sería cero y por lo tanto no “pasaría de manos”. La carencia de un emisor centralizado lleva a una rigidez excesiva en la oferta, lo que hace realmente complicado que esta acompañe los ciclos de auge o expansión de la demanda. La oferta de instrumentos monetarios debe ser lo suficientemente elástica como para cambiar con la demanda, tal como el dinero endógeno. Debe ser fácil de crear como así también fácil de destruir (en el sentido del circuito monetario) si la demanda disminuye, lo que hace que el dinero se vaya ajustando a las necesidades de la economía. El Bitcoin no contempla estas posibilidades pues su oferta es exógena. Utilizando conceptos del capítulo 17 de la Teoría General de Keynes, el autor afirma que el Bitcoin es un activo que i) no tiene ingresos (q = 0); ii) no tiene prima por liquidez (l = 0); iii) tiene algún costo de posesión (c > 0) y iv) posee una expectativa de ganancia o pérdida de capital (a < >0), por lo que su tasa de retorno es la diferencia entre a y c, convirtiendo al Bitcoin en un activo mayormente especulativo. Entonces, la situación monetaria del Bitcoin desde el punto de vista de los agregados es que tiene una oferta fija y por lo tanto perfectamente inelástica, mientras que su demanda es bastante fluctuante, lo que convierte esta criptomoneda en un elemento bastante propenso a la volatilidad.
Una vez analizadas estas primeras características y críticas de ciertos autores al Bitcoin, cabe analizar si puede cumplir con las funciones propias del dinero a fin de sustituirlo, tal como lo afirma Max Keiser, uno de sus máximos promotores. David Yermack realiza este análisis, con las siguientes conclusiones:
a. Medio de intercambio
Yermack sostiene que el Bitcoin no posee valor intrínseco, y su valor puede derivar en última instancia de su utilidad como instrumento de cambio para los consumidores. Sin embargo, la mayoría de las transacciones en esta criptomoneda se realizan entre especuladores y no para la compra de bienes finales (algunos cálculos indican que aproximadamente un tercio de las transacciones se destina a bienes y servicios). El mayor obstáculo que tiene el Bitcoin para convertirse en medio de intercambio es su oferta rígida y la relativa dificultad para su obtención por parte de los consumidores. Otro inconveniente que detecta Yermack es la imposibilidad de consumir en bitcoins sin poseerlos, es decir, la falta de crédito. Thomas Umlauft señala que los mayores obstáculos para que el Bitcoin sea un medio de intercambio satisfactorio están relacionados con el acaparamiento especulativo del mismo más que la utilización como medio de cambio dada la configuración deflacionaria que posee, además de los tiempos de espera para la confirmación de transacciones.
b. Unidad de cuenta
En este punto Yermack sostiene que la función de unidad de cuenta se relaciona con la utilización del dinero como numerario para relacionar precios de bienes alternativos. El primer problema que enfrenta el Bitcoin para ser unidad de cuenta es su volatilidad, observada anteriormente en el gráfico. Específicamente detalla que “porque el valor de un bitcoin en comparación con otras monedas cambia mucho día a día, los minoristas que aceptan la moneda tienen que volver a calcular los precios con mucha frecuencia, una práctica que sería costosa para el comerciante y confusa para el consumidor”. Pero además de esto, se destaca como principal obstáculo el elevado costo unitario del Bitcoin en comparación con la mayoría de los bienes y servicios comunes, lo que hace que sean necesarios varios decimales para determinar el precio de los bienes, lo que puede ser desconcertante para los consumidores. Al respecto, Umlauft también destaca la volatilidad como barrera para el establecimiento del Bitcoin como unidad de cuenta.
c. Reserva de valor.
En lo que respecta a la función de reserva de valor, Yermack hace referencia al almacenamiento de bitcoins y los posibles riesgos que esto conlleva. Sin embargo, la cuestión que atenta contra la función de reserva de valor es –de nuevo- la volatilidad, un punto que tiene en común con Umlauft. Los gráficos siguientes apuntan a mostrar la volatilidad del Bitcoin, primero frente a otros activos como el oro, el dólar y el petróleo y luego se analiza la desviación estándar de los retornos durante los últimos 10 años. Se observa que es el instrumento más volátil de todos en el periodo estudiado, siendo sobrepasado en el último año por el petróleo y las divisas de países emergentes.
Gráfico 3. Volatilidad del Bitcoin frente a otros activos.
Fuente: Woobull
Gráfico 4. Volatilidad del Bitcoin medida en desviaciones estándar.
Fuente: Buy Bitcoin Worldwide
Finalmente, si el Bitcoin no posee cualidades para establecerse como dinero, ¿por qué es tan valioso? Tymoigne afirma que los bitcoins son activos especulativos y lo que les da valor es que “la gente está dispuesta a pagar muchos dólares por ellos”. De manera similar, Umlauft señala que “la única utilidad que los agentes económicos contemporáneos asignan al bitcoin parece derivarse de la continua apreciación del precio, y no de su uso, o uso prospectivo, como dinero, lo que socava aún más su utilización como medio de intercambio, cumpliendo con todas las características necesarias para una burbuja especulativa”. De igual manera, Mattos et al. sostienen que “lo que sostiene la demanda de Bitcoins hasta ahora es simplemente la perspectiva de una apreciación en el futuro”. Finalmente, Yermack puntualiza que si el Bitcoin pretende reemplazar al dinero fiat, “tendrá que volverse más estable para que pueda servir de forma fiable como reserva de valor y como unidad de cuenta en los mercados comerciales”. También, su legitimidad “también debe depender de su integración en la red de pagos internacionales y transacciones de gestión de riesgos”. Además de todos estos puntos de vista hay que considerar que la aceptabilidad de las criptomonedas y su difusión como instrumentos monetarios también depende en gran parte del rol que los Estados deseen asignarle. En el plano local, el Banco Central del Paraguay lanzó un comunicado en septiembre del 2020 advirtiendo que las criptomonedas no tienen curso legal ni fuerza cancelatoria alguna, lo que indica que el dinero fiduciario sigue siendo el principal instrumento monetario del país. Otros bancos centrales, por su parte, están experimentando con la tecnología detrás de las criptomonedas, por lo que existe margen para el actuar estatal en este ámbito con miras al futuro.
Trabajos citados
Kaldor, N. (18 de Enero de 1984). The Failure of Monetarism. Bombay: Reserve Bank of India .
Keen, S. (2015 ). La Economía Desenmascarada . Capitán Swing .
Mattos, O. B., Abouchedid, S., & Silva, L. A. (2020). Cryptocurrencies and the new challenges faced by the monetary system: a post-Keynesian perspective. Economia e Sociedade(29 (3)), 761-778.
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